¿Cómo comprendemos los saberes?















Los territorios de conocimiento, pensamiento en topografías.



“En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.

Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

Suárez Miranda, Viajes de Varones Prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.

FIN”

(Borges, El rigor en la ciencia, 1946)


El anterior cuento de Borges (1946) nos muestra dos tensiones fundamentales qué entre otras han dado origen a Áurea como proyecto de educación alternativa, la tensión entre individuo y mundo, la segunda la relación entre mapa y territorio.


Vivimos en el espacio tiempo, una inmensa extensión sobre la cual nuestro mundo de ideas occidentales propone que está en expansión y no sabemos si tiene límite. Este límite de información es nuestra primera territorialidad. Exploramos en tal inmensidad y divagamos inventando lenguajes para comprender y explicar, creando y descubriendo nuevas formas de narrar lo que nos rodea, otorgando sentidos a nuestras existencias. Es así como vamos creando nuestros límites, los límites de nuestro primer cuerpo común llamado Universo.


Fragmentamos y unimos, relacionamos imaginando igualdades y distinciones, la práctica ancestral de lo mismo y lo otro. La vía láctea, el sistema solar; el cuerpo humano, el sistema digestivo; Latinoamérica, Colombia. En nuestro habitar humano vamos produciendo lenguajes sobre lo que nos rodea: vivimos acuerdos y desacuerdos, con algunos lenguajes producimos sombras, con otros historias. Un universo común de lenguaje y allí vamos tejiendo pequeñas identidades lingüísticas, transitamos y vamos generando comunidades más locales. Nuevamente las palabras ser y conocer han perdido su límite claro, somos lo que conocemos, nuestro habitar conjunto, material y espiritual.


La universidad es la metáfora de ese territorio, en ella los seres humanos hemos descompuesto el Universo en partes. Algunas culturas, incluso la nuestra hace varios siglos, ven un árbol y en él estudian su cuerpo, su uso, su significado espiritual, explican, comprenden, sienten y viven el árbol. El proyecto de desarrollo de conocimiento de nuestra universidad ha fragmentado estos saberes en territorios cada vez más pequeños: biología, química farmacéutica, gastronomía, antropología. Cada una de estas territorialidades vive acuerdos y desacuerdos sobre cuáles conocimientos son válidos y cuáles no, especialmente basados en la noción de método. Algo es verdadero o no dependiendo del método con el cual se fija la creencia.


“Las investigaciones transculturales en desarrollo cognitivo y los estudios sobre la creatividad son campos cruciales para mostrar cómo una concepción de ciencia hegemónica redujo la experiencia humana e impidió reconocer la importancia del saber situado y contextual”

(Juan Felipe Garces, 2018, p. 43)

Con frecuencia escuchamos hablar de la cultura occidental, pensamiento occidental, prácticas occidentales, civilización occidental y más ¿Cuál es nuestro territorio? ¿nuestra identidad? ¿nuestro lugar? seguramente hay influencia del occidente moderno, pero no es la única vertiente. De hecho Europa no es occidente, allí también habían culturas ancestrales cuyos saberes fueron extintos por el imperativo de La Ciencia Moderna. Incluso muchos saberes que existieron en lo que denominamos edad media o oscurantismo, fueron extintos.

Cuando expusimos ¿Qué es Áurea? planteamos junto a Serres 2015 que "pensar es inventar" y planteamos que inventamos relaciones de múltiples órdenes entre los objetos en la mente, utilizando funciones cognitivas. Cognición viene del vocablo cognoscere e implica acción, involucrar el cuerpo completo como red de sentidos, fuerzas y conceptualizaciones. Estos procesos de tejido de acciones val construyendo los saberes. Por lo tanto el conocimiento o el saber no son producto de un pensamiento que nazca de un yo individual o la meditación de un individuo, libre de intervenciones del mundo que determina falsedad o certeza. Comprendemos que hay multiplicidad de versiones sobre el mundo.

Ahora bien, de ninguna manera podemos afirmar que la verdad es relativa y por tanto todas las versiones poseen certeza. La certeza requiere de la relación con sistemas de sentidos, prácticas sociales compartidas, por esto la comunidad resulta fundamental, puesto que ellas son las que nos entregan la cultura, esa inmensa red de prácticas y significados., los presupuestos, narrativas, historias y en general sistemas de creencias. En este sentido, nos es claro que no hay certezas absolutas, estas dependen de los sistemas en los cuales están inmersas, así mismo, somos conscientes de que estos sistemas cambian lentamente.

"Con la misma certeza con la que creemos cualquier proposición matemática, sabemos también cómo se pronuncian las letras "A" y "B", cómo se denomina el color de la sangre humana, y que los demás tienen sangre y que la llamamos "sangre".

Es decir, las preguntas que hacemos y nuestras dudas, descansan sobre el hecho de que algunas proposiciones están fuera de duda, son -por decirlo de algún modo- los ejes sobre los que giran aquellas"

(Wittgenstein, Sobre la Certeza, 1969, pp. 43c - 44c)